2.07 - Lecci贸n: Lee el mito 1
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Espa帽ol 30
El mito de la abeja

No era s谩bado, no era domingo. Era un d铆a que los calendarios no recogieron. Ya todo estaba hecho. Las aves, los peces, los animales, el hombre, las rosas, todo estaba hecho. Pero faltaba algo: faltaba la abeja. Los hombres ten铆an la sal, pero no el az煤car,
y Dios quiso hacer a las abejas para que trabajaran la miel, que fue el az煤car de los primitivos.


Junt贸 arcilla de las m谩rgenes de los r铆os, y un poquito de sal y un poquito de polen; cargado de estos menesteres,
se acerc贸 a la orilla del mar, que en todo ha de estar presente.
Trabajaba el art铆fice . Salida de sus manos la pareja de cada especie, era expuesta al sol para secarse y, seca, la brisa la levantaba y la perd铆a en el azul de la ma帽ana.
Trabajaba el art铆fice . Salida de sus manos la pareja de cada especie, era expuesta al sol para secarse y, seca, la brisa la levantaba y la perd铆a en el azul de la ma帽ana.

Pero el diablo no duerme, trabajaba tanto como Dios. Fue acerc谩ndose a la orilla del mar para interrumpir en lo que pudiera la obra del Creador. Estaban sobre la arena que de tan blanca parec铆a polvo de perlas, la abeja y el abej贸n, y el diablo los parti贸 por la mitad. Viendo
aquello, Dios tom贸 las dos partes, las afil贸 y, anud谩ndolas, las lanz贸 con su soplo hacia la
lumbre
del mediod铆a.

Por eso las abejas tienen el talle delgado y de todos los insectos son aquellos en quienes el ruido de las alas es m谩s sonoro y musical. Es que el soplo del Se帽or persiste en sus alas. Y, volando en torno de las flores, resplandecen.